Flash logra escapar de la celda en que le han encerrado, y disfrazado con la ropa de un guardia, salva a Dale. Con un plan descabellado, pero al que la suerte acompaña,
coge prisionero al almirante Krogoff y haciéndose pasar por él da la orden de disolverse a la flota invasora. Descubiertos poco después, consiguen escapar en un
avión, gracias al sacrificio del mayor Danver. Una vez en Washington, Flash es condecorado por el mismísimo presidente, y al mando de una escuadrilla de
bombarderos hace capitular al almirante Krogoff y a toda su flota, dando fin a la
guerra.
Cuando más tarde se entera Flash de la necesidad de conseguir radio para los cañones de rayos, como seguridad para conseguir una paz duradera, se ofrece
como voluntario para volver a Mongo, donde abunda ese metal. Enterada del proyecto que se mantiene secreto, Dale decide colarse a bordo del cohete para no separarse de Flash. Al llegar a Mongo, tras un viaje espacial de una semana, se ven obligados a hacer un aterrizaje forzoso en la selva de Trópica, donde son hechos prisioneros por las huestes de Desira, reina de Trópica. Pero la hermosa reina se
enamora de Flash, al que trata como a un invitado. Sobre todo cuando Flash arriesga su vida para salvarla de un dragón arborícola venenoso. El príncipe Brazor, que mira con malos ojos a Flash, le deja luchar solo contra la fiera, que hiere a Flash
ligeramente, inoculándole su veneno mortal. La reina echa en cara a Brazor su cobardía, pero éste le administra un soporífero, y haciendo creer a todos que ha sufrido un desmayo, la traslada junto a los otros a su fortaleza de la montaña. El
traidor Brazor, que aspira a destronar a Desira, pretende hacerle firmar su abdicación, matándolos luego a todos.
Flash, salvado del veneno gracias a un antídoto, desbarata el plan del ambicioso príncipe, y tras rescatar a sus amigos y conseguir la ayuda del leal teniente Caran,
escapan de la ciudadela, después de sortear peligros sin cuento.