Hemos seleccionado para esta página un artículo escrito sobre Mac Raboy en 1978 por Esteban Bartolomé, para el Volumen 1 de la colección FLASH GORDON de MAC RABOY, por ser el más completo que hemos leído en lengua castellana dedicado a este gran artista.
Detalle de la página dominical del 19 de marzo de 1950
FLASH GORDON 1948/1968
Introducción al análisis de una etapa desconocida en la
página dominical de la serie.
Cuando el 30-4-1944 Alex Raymond abandonó definitivamente la ilustración de la página dominical de Flash Gordon, quedó cerrado un capítulo de la historia del Comic. La serie continuaría su devenir a través de los años, pero, mientras que Raymond no volvería a trazar los escenarios magistrales de Mongo, dedicándose a nuevos personajes que no alcanzarían el éxito absoluto del primogénito, Flash perdería a partir de ese momento aquel halo mágico, indescriptible, pero a la vez inconfundible, que le nimbaba a él y a los restantes protagonistas, sobre todo a los femeninos. Aquellos romances suavemente eróticos, aquellas adorables reinas, mujeres en el más amplio y pleno sentido de la palabra, quedarían para siempre en un mundo imaginario de fantasía, pero no volverían a parecer en la historia o, cuando ocasionalmente surgieron al paso del héroe, serian indudablemente distintas, mental y físicamente.
Pero si desde el punto de vista gráfico la serie ya nunca seria la misma, en cuanto a sus guiones estaba cerca de alcanzar una de las cotas más elevadas y, lo que es curioso, menos conocidas de todo el Comic.
En 1934, la King Features había contratado un guionista para la serie de Flash Gordon que iba a imprimirla un toque personal, fantástico, que seria muy pronto notado. El Torneo de la Muerte será recordado siempre por los aficionados. Luego surgen mundos extraños, delirantes, cautivadores. Los cavernícolas, el reino de Azura, el mundo submarino de Ondina... La maestría de Raymond, en una evolución fulminante, ha encontrado la imaginación de un gran aficionado a la «Science Fiction», que vierte en sus guiones lo mejor de aquella dentro del marco de lo que se ha dado en llamar «Fantasy». Su nombre es Don Moore.
El público disfruta con este tipo de aventuras, el éxito es grande y la King fomentará y mantendrá el estilo durante muchos años. ¿Por qué cambiar y exponerse a perder el favor del lector?
Al dejar Alex Raymond la ilustración de Flash, se encarga de su continuación Austin Briggs, que ya había sido ayudante del maestro. El hándicap que Briggs debe superar es, a todas luces, impresionante. La sombra de Raymond siempre estará sobre él, las comparaciones le son netamente desfavorables. Briggs, que había triunfado con «Secret Agent X-9", también de Raymond, hace, sin embargo, caer a Flash en un bache que durará cuatro años, hasta el 25-7-48, fecha en que dibuja la última plancha dominical del personaje. Los guiones seguían siendo de Moore, pero el grafismo era cada vez más pobre y se distanciaba progresivamente de la tónica que anteriormente mantuviera la Saga.
Cuando los «cerebros» de la KFS decidieron que Briggs debía dejar la plancha dóminical, comenzaron la búsqueda del sustituto ideal. En aquellos días un joven dibujante ilustraba para la Fawcett Publicatíons las aventuras de «Captain Marvel Jr.», publicadas en Comics Books. Su estilo era majestuoso, sólido, pero a la vez vaporoso, su héroe tenía en la mirada -al igual que otro de sus personajes, «Kid Eternity»- la inocencia y el poder de un Mito para la juventud. El contrato se firma y Mac Raboy pasa a formar parte de la plantilla de la King.
Emmanuel Raboy, que firmará Mac Raboy, cuenta en aquel momento 34 años y tiene un estilo enormemente personal, firme e invariable, totalmente definido. Ese estilo, esa manera de ver la historieta, la iremos comentando a lo largo del panorama que vamos a dar de lo que fue la plancha dominical de Flash Gordon durante los 20 años aproximadamente que estuvo en sus manos, o, como es clásico decir, en su pluma. Aunque quizá en el caso de Mac Raboy fuera más apropiado decir en su cincel.
Apasionado por la escultura desde niño, Emmanuel Mac Raboy estudia en la Universidad Dewit Clinton, donde un profesor orienta sus aspiraciones en este arte, realizando su primera exposición antes de terminar sus estudios. Lleva la escultura en la sangre, pero en los Estados Unidos ese arte no produce dinero y, buscando un empleo, viaja a Nueva York, donde trabaja como Archivero y luego como Administrativo. Un día, le presentan a Harry A. Chessler, Jefe de la Sección de Arte de la Fawcett Publications. El trabajo con la pluma se le da regularmente bien y acepta dibujar diversas aventuras. Su destino está decidido.
Será un caso clásico de vocación frustrada por diversas razones, pero su amor por la escultura y esa forma especial que tienen estos artistas de ver la acción, de concebir los escenarios, de contemplar la vida, en una palabra, marcará con su impronta a este dibujante, recién llegado al Comic y al que pronto se le dan series de cierta importancia. Luego llegaría la King Features.
Don Moore, cada vez más inmerso en ese mundo subyugante de la Ciencia Ficción, lo que le llevaría a editar la famosa «ARGOSY», se adapta perfectamente al nuevo dibujante, con el que llegaría a complementarse de tal forma que darían vida a algunas de las mejores aventuras de toda la Saga. Durante 20 años llevarán al Héroe por los más apartados rincones del espacio para luego terminar a finales de 1967 ambos, simultáneamente, con la Plancha Dominical, que desde entonces se hundiría sin remedio en el pozo del hastío y el olvido.
Lo más notable de todo este amplio periodo es la casi nula difusión que ha tenido en el continente europeo, que tantas reediciones ha conocido en cambio de la época de Austín Bríggs, por ejemplo, de bastante menor calidad en todos los aspectos. Unícamente la Editora italiana Fratellí Spada reedító en los años 1965/1967 prácticamente todas las planchas debidas a Mac Raboy, sí bien es necesario señalar que los remontajes, recortes y añadidos, descalificaban prácticamente este único intento.
Tenemos, pues, ya a los tres protagonistas de esta interesante etapa. «Flash Gordon», una serie a la cual los lectores mantienen todavía, en 1948, en la cima del «Rankíng», Mac Raboy, un dibujante con alma de escultor que va a dotar a sus personajes de una belleza casi irreal, que cautíva a pesar de sus diversos fallos y, por último, Don Moore, un guionista que va a aportar a la Saga lo mejor de la Ciencia Ficción, creando unas fantásticas historías, con un fondo y una solidez argumental desconocidos hasta entonces.
La primera aventura del «Tándem» Mac Raboy-Moore comienza el 1-8-1948. Nos encontramos en Mongo. Alguien anuncia al Presidente, es decir, a Flash Gordon, que acaba de llegar un piloto procedente de la cara oculta de la Luna. Aquí nos vamos a encontrar ya con una de las constantes de este periodo. Barín, Vulcan, Ondina y los restantes monarcas y jefes de estado del Planeta no aparecerán para nada; en otras visitas de Flash al mismo, observaremos siempre la misma ausencia de los antaño compañeros del héroe en la acción. Por otro lado, Flash aparece investido -¿Por quién?- de la máxima autoridad para el gobierno de Mongo; sin que nadie le haga sombra, hace y deshace a su antojo dejando, en sus ausencias, a Zarkov como Gobernador, pero, eso si, con el respaldo de un Gobierno y un Senado muy democráticos y defensores a ultranza de la libertad individual y los derechos humanos. Las doctrinas U.S.A. sobre protección a los pueblos inferiores -con sus connotaciones racistas, recordemos el color y fisiología de los pueblos de Mongo- comienzan a hacer su aparición a través del interestelar muchachíto americano encarnado en el rubio Flash.
Dale Arden presenta también nuevas características. Es más provocativa, más hermosa y esterilizada y mucho menos sumísa a su «ídolo». Cuando Flash, llevado de su espíritu aventurero, piensa ir a visitar la cara oculta de la Luna, donde habitan algunos exiliados de Mongo durante el reinado de Míng, ella le dice: «No creas que vas a ir a divertirte y a dejarme en casa.» Los años han pasado y las costumbres van cambiando, a nuevos tiempos, nuevas apariencias.
En esta primera aventura, los guiones se asemejan a los anteriores. En la Luna gobiernan dos hermanos, Rudo y Lura, que nos recuerdan a la pareja de «Los misterios de Marvíla» (Briggs) y que, como aquellos, se enamoran de cada uno de los protagonistas. El fin de todo ello se puede suponer fácilmente.
Analizando el dibujo, vamos a encontrarnos con unas naves espaciales muy ingeniosas -estamos en 1948-, fantásticas y muy aerodinámicas, pero ahí acaba lo positivo; las figuras, muy hermosas dentro de sus cánones, son sin embargo de un estatismo absoluto, la acción es totalmente inexistente, al observar el cuadro podemos contemplar un bello grupo escultórico, pero nunca una viñeta de comíc. La vocación de Mac Raboy se cobra su tributo.
Igualmente digno de resaltar es la dificultad que parece encontrar el artista a la hora de realizar las perspectivas, donde falla de manera asombrosa para un dibujante, consiguiendo efectos totalmente absurdos, debido seguramente a que el espacío era puesto a posteriori, de forma apresurada, sin ningún interés. Tan notable defecto se fue corrigiendo con el tiempo y la experiencia.
El material contenido en los tomos 0 a 4 de Ediciones B.O. ha sido publicado en febrero de 2003 por Dark Horse en un primer volumen de 256 páginas.