"LAS AVENTURAS DE FLASH GORDON"

FLASH GORDON EN EL COMIC

MAC RABOY
Media página dominical del 6 de abril de 1961

Artículo de Esteban Bartolomé para el Volumen 1 de Ediciones B.O.


Segunda Parte

MAC RABOY Nº0 DE EDICIONES B.O.
Flash Gordon de Mac Raboy Volumen 0 de Ediciones B.O.

En el transcurso de la segunda aventura, los personajes se ven arrastrados al Cometa de Fuego, donde el «sexy» de Dale se acentúa y se utilizan los ya clásicos efectos de pérdida, en virtud de caídas y arañazos, de retazos del vestido sobre la espalda, hombros y brazos. Está visto que Dale, aún lejos de los espinos de Mongo, tiene por sino cautivar con sus bellos hombros desnudos a los malvados de todos los Mundos. Es en estos «Malos», de corte totalmente maniqueo, como se acostumbraba entonces, donde vamos a encontrar otra curiosa característica de Mac Raboy que se va a repetir casi obsesiva­mente a lo largo de toda su obra: las orejas de la mayoría de los villanos serán puntiagudas, como recordándonos al diablo de los grabados medievales, de modo que en cuanto veamos aparecer un personaje con las orejas acabadas en pico, podemos apostar que tenemos ante nosotros al malvado de turno.

Los Mitos, que tan caros le van a resultar a corto plazo a Moore, hacen ya su primera aparición en esta segunda aventura. Flash atacado por unos enanos, moradores del cometa, será atado a un carro para su transporte, de la misma forma en que antaño lo fuera Gulliver.

«Los demonios del mar», la tercera aventura, transcurre en las profundidades del océano de Mongo, dando ocasión a Dale para lucir un hermoso bikini que habría hecho palidecer de envidia a la mismísima Ondina. Las figuras siguen siendo estáticas, pero Mac Raboy introduce un nuevo elemento en la acción, sus seres o animales fantásticos, que constituirán quizá lo más original de toda su obra. En efecto, crea extrañas razas mediante simbiosis inimaginables de hombres y animales, ya sean reales, ya míticos, y no menos extraños seres mediante cruce de animales conocidos en la Tierra. Uno de sus monstruos más curiosos en esta aventura, es una mezcla de caballo, unicornio, pez y foca.

MAC RABOY Nº7 DE EDICIONES B.O.
Flash Gordon de Mac Raboy Volumen 7 de Ediciones B.O.

Flash continúa su obra de «casamentero», colocando en matrimonio a todas aquellas reinas que se enamoran de él, haciendo honor a la tradición también en esta aventura. Es de destacar, sin embargo, la forma de terminar la misma y que ya confirma los nuevos derroteros que va a tomar el personaje en la mente de Moore. En efecto, Gordon penetra en la fortaleza del traidor que mantiene a la princesa como rehén y propone a éste, que ha quedado en el exterior, un canje. Pero como Flash piensa que nada más salir y de nuevo el malvado en su castillo submarino va a disparar sobre ellos los cañones sin darles tiempo a ponerse a salvo, prevee la traición saboteando las baterías, pero luego, para asegurarse, prepara un potente explosivo de tiempo que debe destruir la fortaleza. Todo sale según lo previsto, el usurpador se lanza sobre los cañones que estallan. Flash le avísa entonces de la bomba de tiempo, pero el otro no le cree y muere en la explosión.

Ahora se plantea la pregunta. ¿Quién fue más traidor? Es el clásico dilema de la gallina y el huevo. El bueno ya no es tan bueno y como compensación, el malo nos parece menos malo.

El estatismo de las criaturas se ha perdido ligeramente, aunque siempre sea notorio, pero en esta aventura otro curioso detalle ha hecho su aparición. Es algo muy personal y que no he logrado contemplar más que en los dibujos de Mac Raboy. En efecto, cuando una explosión destruye una plancha metálica, ya sea el casco de una nave espacial, una puerta, un muro o cualquier otro objeto, el metal se retuerce en una grandiosa agonía, en una sinfonía de dolor tal que nos parece oírle gemir. Es curioso que un hombre que no logra infundir vida a los seres humanos, lo haga en cambio con el metal.

El intervencionismo de Flash y la justificación de todo un Sistema lo encontramos en la 5Y aventura y primera que en este volumen se ofrece al lector español. Ante el anuncio de una sublevación en un lejano país, Flash comentará con Dale: «Nos disfraza­remos y veremos sí realmente deseaban ser independientes.» ¿Cómo concebir que una subdesarrollada colonia -ver población, vestuario y construcciones- abandone las ventajas que le brinda la dependencia de la Metrópoli?

MAC RABOY
Media página dominical del 18 de diciembre de 1960

La recreación de los Mitos se sucede y enseñorea de la Serie con la personalísíma óptica de Moore. El Agua Purificadora (El mundo sin metal), el Carro de la Victoria (El misterio del meteoro), el Nuevo Mundo (Los gigantes de Rea), el Conde Drácula (Un genio maléfico del Cosmos)... van desfilando casi con orden perfecto.

El 12-10-1952, comienza en la plancha dominical una aventura titulada «La selva humana», que transcurre sobre el planeta Venus y que nos brinda ocasión nuevamente de incidir sobre el estilo de Mac Raboy. En la plancha del 26 de octubre, aparecen unos curiosos hombres-pájaros que se apoderan de Flash y sus compañeros. Mientras, en la tira diaria del 19 de julio del mismo año, Dan Barry nos había mostrado por vez primera a los hombres-mariposas. Vale la pena comparar el «estar en el aíre» de ambos típosde hombres voladores. Los de Barry vuelan, los de Raboy están pegados al fondo, recor­dando a los querubines escultóricos que rodean a las vírgenes de las catedrales. No será necesario volver sobre el tema, Mac Raboy tuvo una serie de virtudes, pero no se le puede tachar de buen o mal dibujante, como se ha hecho más de una vez en discusiones bizantinas, porque nunca llegó a dibujar comic... se límitó a esculpir viñetas.

La afición de Moore por la Ciencia Ficción y su autoridad en ella, van a empezar a dar sus mejores frutos, los argumentos se hacen más sólidos, más coherentes y van a mostrar un fondo más sutil.

Moore llevará a Flash a una ciudad perdida en el Sahara para asistir a la más maniquea confrontación entre el Bien y el Mal. El villano de esta aventura será Lokí, cuyo nombre corresponde en la mitología escandinava al del Dios del Mal, pero el del bueno será Zustra. ¿no nos recuerda esto al persa Zoroastro que germanizado seria Zaratustra?

Poco después nos definirá al hombre a través de la televisión espacío-temporal de los habitantes del planeta Antomní. Mientras en la pantalla se ve la lucha entre los aviones y el barco al que bombardean, un ser con antenas de hormiga comenta: «Sí, en este planeta existe una criatura que se llama hombre. Un ser testarudo, orgulloso, inteligente, potentemente armado y capaz de una resistencia organizada.» Desde los viajes espacío-temporales y la posibilidad de cambiar el curso de la historía, saltaremos a la problemática OVNI para, tras recordar a Excalíbur, la espada del Rey Arturo, llegar, en una riqueza argumental sin paragón y con un grafismo no siempre a su altura, a encontrarnos a Gordon totalmente a merced de un Robot que va a acabar con él para quedarse con Dale.

En una hermosa pirueta, Don Moore hace entrar en función las leyes que Asimov fijara en su antológica «1, Robot»: Un robot no debe dañar a un ser humano o, por falta de acción, dejar que sufra daño. Un robot debe obedecer las órdenes recibidas de un ser humano excepto cuando éstas estén en oposición con la primera ley. Un robot debe proteger su propia existencia hasta donde esta protección no esté en conflicto con la primera o segunda ley. Estas tres leyes que Isaac Asimov imaginara en el Manual de Robótica, 56a edición, año 2058 de nuestra Era, son inscritas por Don Moore en los más profundos circuitos mentales del robot. Cuando se produce el conflicto y la lucha por el amor de Dale y Flash está siendo estrangulado por su rival metálico, un arco eléctrico se forma en el cerebro de éste, destruyéndole instantáneamente. La máquina nunca podrá vencer al hombre.

MAC RABOY
MAC RABOY

Media página dominical del 8 de enero de 1961

Cuando en «La prueba del fuego» los habitantes de Neptuno atacan la Tierra, Flash Gordon se traslada allí para evitar el conflicto que los neptunianos comenzaron lanzando mísiles de largo alcance. Un gobierno militarista cuyos rasgos y uniformes recuerdan los de algunas repúblicas sudamericanas, rige los destinos del planeta. Gordon se hace pasar por un ser de las estrellas, procedente de un lejano y poderoso mundo y para demostrarlo destruye mediante un truco una luna inhabitada de Neptuno. El gobierno se rinde a Flash sin condiciones, exigiendo éste un desarme total. A esta petición inquiere el Jefe del Gobierno: «¿Deberemos renunciar a nuestra defensa, a nuestra seguridad?» La contestación de Flash es antológica: «No existe ninguna seguridad cuando unos dementes pueden ser la causa de una destrucción interplanetaria. Desarmaos o de Otro modo os eliminaremos por la salvación del Universo.» Cualquier comentario resulta superfluo.

A partir de 1958 los guiones pierden fuerza y caen en un bache que dura hasta los primeros días de 1962, parece como sí Moore perdiera el interés por la serie, que, por su parte, Mac Raboy mantiene con su tóníca acostumbrada. En 1962 y con «El polizonte espacial», Don Moore vuelve por sus fueros y nos encontramos de nuevo con fuerza en los guiones, que en esta ocasión giran de nuevo alrededor de las dictaduras militaristas para acto seguido volver a la extrapolación espacial de los Mitos de la Humanidad.

Hacía 1965, la página dominical inicia su definitiva decadencia. Por imposiciones del Sindicato, Mac Raboy, que no está ya en su mejor época, debe trabajar en viñetas más pequeñas y alargadas que no se prestan a su estilo; algunos destellos salpican las aventuras, pero sólo son excepciones en medio de la mediocridad de la que no se libran ya ni los guiones de Moore. Tras el barroquismo de que hizo gala, Mac Raboy ha iniciado su decadencia artística mientras que las historías alcanzan ribetes de novela rosa dejando escapar de tiempo en tiempo anquilosados mensajes imperialistas total­mente fuera de lugar.

A fines de 1967 fallece Mac Raboy. Don Moore abandona también la serie siendo el último guión realizado el de «El imperio de los robots», que debería terminar el dibujante Ric Estrada. Poco después también este dibujante se retíra apareciendo las planchas firmadas por Dan Barry, aunque en realidad eran dibujadas por un equipo de ayudantes.

Cuando termina la década de los 60, la serie se ha hundido totalmente, tanto en la página dominical como en la tira diaria. El héroe es mantenido por la K.F.S. por cuestión de principios -Flash fue sin duda la serie de más éxito que tuvo la King- y de propaganda del Sistema. Ayuda a mantener en el mundo la imagen del buen-muchacho-americano.

Vamos ahora a introducirnos, gracias a una edición muy cuidada y que respeta todos los derechos del aficionado -«rara avís» en estos tiempos- en el universo marmóleo recreado por Mac Raboy, un artista con vocación secreta que, un día de 1965, quizás con un nudo en la garganta, habría de dibujar a Flash Gordon rescatando al David de Miguel Angel.

Artículo escrito por Esteban Bartolomé para el Volumen 1 de la colección FLASH GORDON de MAC RABOY publicado por ediciones B.O., Madrid, 1978 con copyright de la King Features Sindícate.

Las imágenes de las portadas de Ediciones B.O. son cortesía de mi amigo Casto Correa de Vigo (Galicia) afincado en Trintxerpe (País Vasco).


Entradas a las páginas de Flash Gordon by Mac Raboy

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Sundays de Mac Raboy Dolmen Tomo 1                 Sundays de Mac Raboy Dolmen Tomo 2                 Sundays de Mac Raboy Tomo de Roma


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